El golpe de Estado
fascista liderado por el general Francisco Franco en 1936 contra el
gobierno de la República Española encontró una
inesperada resistencia popular, que desembocó en una larga y
cruenta guerra civil. El próximo año se cumple el 70 aniversario
de este suceso, pero a pesar del tiempo transcurrido la sociedad española
aún se enfrenta a numerosos fantasmas del pasado.
La campaña militar golpista se complementó con la organización
de un programa de exterminio de cualquier posible opositor, en la que
colaboraron fuerzas de seguridad del Estado, en especial la Guardia
Civil, el partido fascista Falange y civiles que apoyaban el golpe.
Un sistema seguido en las zonas rurales para llevar a cabo el exterminio
fue el siguiente: en cada pueblo las personas adeptas al bando golpista
debían confeccionar una lista con los nombres de opositores o
sospechosos. Esta lista era entregada a los fascistas del pueblo vecino,
que se ocupaban de capturar a los individuos señalados, para
asesinarlos en las proximidades de la población, donde eran enterrados
sin más trámites.
De esta manera las pistas y testimonios se obscurecían, y se
aseguraba la opacidad para el futuro. El sistema fue, además
de monstruoso, muy eficaz. La organización dispersa no ha dejado
documentación ni registro alguno del alcance de la operación,
ni de la duración que tuvo. La implicación de la población
civil en los crímenes ha propiciado que un espeso silencio cubra
esta etapa de nuestra historia, y las fosas comunes del franquismo son
un tabú del que pocos se atreven a hablar.
Posteriormente ningún gobierno español ha reconocido la
existencia de estas ejecuciones extrajudiciales, y pese a las evidencias
de que hay de cientos de fosas comunes a lo largo de todo el país,
sigue sin haber un censo oficial de desaparecidos.
Desde el restablecimiento de la democracia en 1978 se han exhumado cadáveres
en muchos puntos de España, y se han dignificado algunas grandes
fosas, como la del cementerio de San Salvador, en Oviedo, o los Pozos
de Caudé, en Teruel, que albergan más de un millar de
cuerpos cada una. Pero en muchos casos las exhumaciones se han realizado
con poco rigor científico y sin trabajo documental.
En 2000 se constituyó la Asociación para la Recuperación
de la Memoria Histórica (ARMH), una entidad privada
cuyo objetivo es localizar el mayor número posible de fosas comunes,
exhumar e identificar los cuerpos y darles enterramiento en cementerios,
para restituir la memoria a la sociedad española. Hasta ahora
han abierto más de 70 fosas y se han exhumado 571 cadáveres.
Pero estas cifras no son más que la punta del iceberg: la cantidad
exacta de fosas es aún incalculable y la suma de desaparecidos
es de decenas de miles.
En 2003 se abrió una que contenía seis cadáveres,
en el pueblo de Santa Cruz de la Salceda, provincia de Burgos. La exhumación
fue documentada por Günter Schwaiger en la película
titulada “Santa Cruz, por ejemplo…”
El documental, estrenado en 2005, nos muestra el trabajo de un equipo
de arqueólogos, que lentamente van sacando los huesos a la luz.
Los familiares de los desaparecidos observan el trabajo, preparados
para transportar los restos al cementerio de la localidad. Entrevistas
con vecinos del pueblo, tanto parientes de los desaparecidos como personalidades
públicas, la alcaldesa y el sacerdote católico, o viandantes,
nos proporcionan una imagen nítida de la tensión que sigue
provocando este tema, aún después de 70 años.
En la video-instalación Fosa Común esta
película, proyectada en una pared, se combina con otros elementos.
El principal, un mapa de España dibujado sobre el suelo por Tom
Lavin con tierra recogida en la fosa común de Santa
Cruz. El público, al caminar sobre el mapa, entra en contacto
físico con una tierra donde durante casi 70 años han reposado,
olvidados, los cuerpos de seis víctimas de la represión.
Con una tierra donde está prácticamente todo lo que queda
de estos cuerpos. Sus propias pisadas arrastran la arena y desdibujan
el mapa hasta dejarlo irreconocible, repitiéndose, de forma metafórica,
la desaparición de nuestra memoria histórica: una memoria
substraída y falseada y un drama humano de proporciones incalculables.
En
las otras paredes hay una selección de citas históricas
y legales, una lista de las exhumaciones realizadas hasta hoy por la
Asociación
para la Recuperación de la Memoria Histórica,
un mapa de fosas comunes por comunidades autónomas y un mapa
detallado de la comarca de Aranda de Duero, donde se encuentra Santa
Cruz de la Salceda, como ejemplo de la densidad real de los enterramientos
clandestinos. La información ofrecida en los listados y los mapas
no es más que la punta del iceberg, ya que recoge sólo
el resultado de las investigaciones de la ARMH, completado
con datos de organizaciones relacionadas.
Por último tres monitores que nos ofrecen otros tantos documentos:
la recogida de tierra en la fosa de Santa Cruz, un montaje con retratos
más de 400 desaparecidos y un plano fijo del mapa dibujado en
el suelo, hecho con una cámara de vigilancia que registra el
paso del público.
Todos estos elementos muestran el nexo entre los crímenes cometidos
hace más 60 años, la labor de recuperación de la
verdad que es inherente a la democracia, y la experiencia personal del
propio espectador, que ha entrado en contacto físico con la tierra
de una fosa común, y debe hacerse partícipe o bien del
olvido, o bien del recuerdo.
Patrocina:
Colabora:
Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica
Agradecimientos:
Luis Gonzalo Martínez, Natasha García Lomas, ediciones
despacio mobcoop ediciones, Ángel Sáenz; Martin Eller,
y a los socios y simpatizantes de la ARMH que han ofrecido sus testimonios.
Fotos, Centro Cultural
de España en México: Theda Acha