Almacenaje en altillo del Ojo Atómico de materiales desechados por desocupación necesaria de espacio en taller
Luis Gil y Javier Pérez Aranda

24.06.05, 20:30 h. (duración de la instalación: indefinida)

El título de la pieza hace superflua una descripción prolija: los dos artistas van a almacenar en un altillo del Ojo Atómico una gran cantidad de residuos procedentes de su taller de forja y escultura. La desocupación se presenta como una necesidad: a lo largo de los años han acumulado tanta chatarra que el espacio de trabajo ha acabado haciéndose intransitable. Por otra parte el material desechado no se expone, sino que se almacena. Varios metros cœbicos de chatarra y desechos permaneceran durante meses en el altillo, a la vista y posiblemente en conflicto, al menos estético, con las exposiciones de nuestro programa.

Luis Gil y Javier Pérez Aranda comparten estudio en el Jacalito desde 1997. Esta larga conviviencia a dado lugar a diversas formas de colaboración, que ellos mismos entienden como marginales respecto de sus actividades habituales, pero que resultan cada vez más acertadas. Por ejemplo el SIAS, una institución que ofrece servicios integrales a artistas que no tienen la capacidad técnica necesaria para materializar sus ideas, y que realmente funciona, o algunos encargos que quedan más acá o más allá de lo que en Madrid se supone artístico, como el parque de juegos electro-mecánico que preparan, simultáneamente a esta no-exposición, para el Día del Niño en el distrito de Tetuán.

En todos estos casos podríamos hablar de artistas de vuelta del arte, dentro de un contexto donde los discursos están esclerotizados y se da por hecho y solucionado aquello que está efectivamente hecho y solucionado sólo a medias en otros contextos, pero que se deja copiar con cierta facilidad, aunque por regla general con poco acierto. La renuncia a cualquier contenido artístico, a la artisticidad misma de la acción o su resultado material, el desprecio del aura y de la legitimación cultural sitúan la actividad marginal de Javier y Luis en terrenos próximos a los transitados por creadores tan dispares, en principio, como Isidoro Valcárcel Medina o Gelatine.

La desconfianza de Luis Gil hacia el arte viene de lejos, y se ha traducido en una renuncia expresa a la actividad artística y a asumir el rol de artista. No es el único de su generación que ha optado por esta forma de marginalidad radical. Javier Pérez Aranda, por su parte, lleva años compaginando prácticas artísticas convencionales, en especial ediciones de obra gráfica, con trabajos de sustento, diseño y producción de muebles y objetos de metal, y con un proyecto personal cada vez más articulado, que desde principios de los 90 comparte con el Ojo Atómico, entre otros, la repulsa hacia la artisticidad purulenta que predomina en estos lares. El tipo de arte concreto que ha venido practicando desde entonces, que ten’a mucho en comœn con la propuesta de Manuel Ludeña, otro que ha elegido la renuncia, y de Santiago Sierra, cuando trabajaba más en serio, o con Miguel Lorente, fue quizás el discurso más interesante de aquel momento, y por supuesto el que menos repercusión ha tenido.

La distancia que han tomado de esta pieza sus dos autores es notable; hasta el punto de desentenderse del texto, que he acabado escribiendo yo. El almacenaje de materiales desechados en el Ojo Atómico tiene un componente de arte concreto concreto evidente, pero lo más importante es lo que hemos señalado antes: la deslegitimación de lo artístico. Y no sólo para su pieza, sino para las que se produzcan durante los próximos meses en el Ojo, ya que tendrán que soportar la presencia irritante de una montaña de chatarra que no va a ser nunca otra cosa que una montaña de chatarra.

Texto: Tomás Ruiz-Rivas
Foto: Theda Acha

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